No hay autoridad en la Iglesia para prohibir la misa tradicional, no hay ni autoridad individual ni colegiada. Nadie puede ni tiene la potestad de prohibir la santa misa tradicional.
¿Qué ocurre? Ocurre que quienes tienen la autoridad y responsabilidad de custodiar la liturgia, abusando de ella intentan impedir que se celebre la liturgia tradicional, que se expanda, que sea conocida, etc. Tratan de “impedir”, y en la mayoría de los casos lo consiguen. Impiden, pero no prohíben, aunque así lo desean y anhelan. No la prohíben porque jamás dejará de oficiarse. Porque si no puede oficiarse libremente en las iglesias se oficiará en las calles, plazas y privadamente. Siempre estará entre nosotros, y en la Iglesia, la misa tradicional.
Nunca se prohibirá, nunca dejará de celebrarse, nunca faltarán sacerdotes que la oficien. Las puertas del infierno no prevalecerán contra la misa tradicional. La fuerza y la fe que animan a un sacerdote fiel a su misa tradicional son indoblegables. Nunca dejará de celebrarla por mucho que le insten desde “arriba”, por mucho que le presionen, e incluso amenacen privadamente.
El sacerdote que verdaderamente ha encontrado el tesoro de la liturgia tradicional, lo mantiene hasta su muerte. Ya no puede dejar de oficiar un solo día “su misa”. No puede, porque su misa es su vida, es la razón de su sacerdocio, es su ser sacerdotal.
Pobres los que desconocen la misa tradicional, y más pobres aun los que la desprecian. Sólo la misa tradicional lleva al sacerdote a descubrir el misterio y la grandeza del sacerdocio. Sólo la misa tradicional descubre al sacerdote la santidad y la pureza a la que es llamado, y a la que está obligado, y a la que debe obligarse sin cesar y sin desánimo. Cada día la misa tradicional aporta algo nuevo al sacerdote, si de verdad se prepara para ella, y medita lo que va a realizar dentro de unas horas. No hay rutina, solo misterio y santidad.
Qué gran maravilla de la Iglesia la misa tradicional, qué legado tan grande que nos ha dejado la tradición. La misa, que a lo largo de los siglos se ha celebrado a lo largo y ancho de la Iglesia, y con la que se han santificado una legión de santos. La misa que contiene en sí la fe católica. La misa es una catequesis de la fe católica, que no varía ni puede cambiar.
La misa tradicional es la misa que siempre se ha celebrado, la que siempre se ha enseñado y la que todos han creído. No es una “reliquia”, es un “tesoro” que tiene “vida”. No es quedarse “atrapados” en el tiempo, es vivir el hoy intensamente a la luz de la Pasión de Cristo, luz que ilumina al mundo con la Verdad. La Verdad de lo que es el hombre y a lo que está destinado. La Verdad de la salvación y de la condenación, de la gracia y del pecado. La Verdad de la obra de Redención, y de la responsabilidad del hombre en el ejercicio de su libertad. Es la obra del Amor infinito de Dios, uno y Trino.
La misa tradicional al no ser obra del hombre, sino divina, permanece tras más de dos mil años, y permanecerá hasta el final de los siglos. Y hoy se celebra como ayer. ¿A caso esto no es una prueba de su santidad? No hay alteración en la forma de oficiar la misa. Los cambios a los largo de los siglos han sido de forma orgánica, ordenada, bajo la obediencia de la autoridad eclesiástica, y siempre con el amor a la tradición.
No, la misa tradicional nunca se prohibirá, siempre se celebrará.
La gloria a Dios nunca cesará.
Ave María Purísima.
R.P. Juan Manuel Rodríguez de la Rosa