Por el P. William Rock, FSSP
“¿A qué hora es la Misa?” es una pregunta que se escucha con bastante frecuencia en los entornos católicos. Tal pregunta es razonable ya que cada parroquia tendrá su propio horario de misas, teniendo en cuenta el horario de trabajo de los feligreses, las condiciones del tráfico local en diferentes momentos del día y otros factores similares. Parece que no hay una hora fija para celebrar la Misa, e incluso se experimenta cierta sorpresa cuando se responde “A medianoche” a la pregunta “¿A qué hora es la Misa de Gallo?”
Anteriormente, sin embargo, la situación, particularmente la de las antiguas Misas Estacionales del Papa1 y de las Misas conventuales (es decir, las de la comunidad) de los monasterios, era diferente. En estos casos, dependiendo de cuál fuera el día en el calendario litúrgico de la Iglesia, la Misa tendría lugar en diferentes horarios. Santo Tomás de Aquino capturó esta antigua tradición en su Summa Theologica. Pero, para entender lo que escribió, uno debe entender cómo los antiguos romanos habrían medido el tiempo. Para los antiguos romanos, habían 12 horas diurnas, independientemente de la cantidad de luz solar que pueda haber en un día determinado. Como resultado, la “hora” variaría en su duración según la cantidad de luz que tuviera el día. Basado en este sistema, la hora Tercia marcaba cuando el sol estaba a la mitad de su cenit, la hora Sexta cuando el sol alcanzaba su cenit, y la hora Nona cuando el sol estaba a la mitad de su descenso desde su cenit. En algunas explicaciones, la Tercia está asociada con nuestras 9 de la mañana, la Sexta con nuestras 12 del mediodía y la Nona con las 3 de la tarde, pero estas son aproximaciones2. Con esta explicación se puede presentar el texto de Santo Tomás (S.T. III, q. 83, a. 2, ad. 3).
Cristo, como se ha manifestado ya (III q.73 a.5), quiso dar este sacramento [la Eucaristía] a sus discípulos en último lugar para que se imprimiese más fuertemente en sus corazones. Por eso lo consagró y se lo entregó después de la cena y al finalizar el día. Nosotros, sin embargo, lo celebramos a la hora de la pasión del Señor, a saber: en los días de fiesta, a la hora Tercia, que es cuando fue crucificado por las lenguas de los judíos, tal y como se dice en Mc XV, y cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos, en los días ordinarios, a la hora Sexta, que es cuando fue crucificado a manos de los soldados, como se dice en Jn XIX; y en los días de ayuno, a la hora Nona, que es cuando dando un fuerte grito, exhaló el espíritu, como se dice en Mt XXVII.
Pero se puede celebrar también más tarde, especialmente cuando hay ordenaciones, y sobre todo el día de Sábado Santo, ya sea por la prolijidad del oficio, ya sea porque las órdenes pertenecen al domingo, como se dice en Decretis dist. LXXV cap. 4 Quod a patribus. E, incluso, pueden celebrarse misas en las primeras horas del día por motivos de necesidad, como se dice en De Consecr. dist. I cap. 51 Necesse est, etc.
La misma tradición es expresada por Guillermo Durando, obispo de Mende (m. 1296 d.C.), el gran comentarista litúrgico medieval, en su Rationale Divinorum Officium (ver IV, I, 20-21). También agrega que:
Sin embargo, el día de la Natividad del Señor se canta una Misa por la noche, como ya se ha dicho en esa fiesta. Y luego, si dos Oficios ocurren en el mismo día durante la Cuaresma, que llamamos “días dobles”, la Misa de la fiesta se dice a la hora tercia, sin genuflexión, y el Oficio diario de Cuaresma a la hora nona, con genuflexión. Durante el tiempo de Adviento se celebra la Misa de la fiesta de un santo a la hora tercia3.
Esta práctica de tener más de una Misa por día [N. del T.: que no significa que un sacerdote celebre mas de una Misa al día] también es mencionada por Santo Tomás:
Asimismo en otros días en los que hay que recordar o impetrar muchos de los beneficios de Dios, se celebran varias Misas en el mismo día, como por ejemplo, una para la fiesta del día, y otra por un ayuno o por los muertos).
ST III, q. 83, a. 2, ad. 2
En los días festivos, la Misa se decía a media mañana y, en los días que no eran festivos o no se ayunaba, la Misa se decía alrededor del mediodía. En los días de ayuno, la Misa se decía a media tarde, después de lo cual los romanos rompían el ayuno, lo que en ese entonces significaba no comer nada antes de este momento4. Sin embargo, independientemente de la hora en que se celebraba la Misa, se hacía una conexión con la pasión y muerte de Nuestro Señor. El tiempo es sagrado y se lo santifica. No solo los días de la semana y las estaciones del año, sino incluso las diferentes horas del día.
Santo Tomás señalaba arriba que los Sábados de Témporas y el Sábado Santo5, cuando históricamente se habrían llevado a cabo las ordenaciones, la Liturgia podía posponerse más allá de Nona, porque las Órdenes Sagradas están destinadas al domingo. Como cita de autoridad para esta posición, hizo referencia al Decreto de Graciano, la recopilación de Derecho Canónico de su tiempo. La entrada del Decreto a la que hace referencia Santo Tomás es en sí misma una parte de la carta del papa san León Magno (que reinó entre los años 440-61 d. C.) a Dióscoro, obispo de Alejandría. La parte pertinente de la misma dice:
Por lo tanto, lo que sabemos que nuestros padres observaron con mucho cuidado, deseamos que vosotros también lo guardéis, a saber, que la ordenación de presbíteros o diáconos no debe hacerse al azar en cualquier día, sino que después del sábado, debe elegirse el comienzo de la noche que precede al amanecer del primer día de la semana en el que la sagrada bendición debe ser conferida a aquellos que han de ser consagrados, estando los ordenandos y el ordenante igualmente en ayunas. Esta observancia no será violada, si realmente esto se celebra en la mañana del día del Señor sin romper el ayuno del sábado: porque el comienzo de la noche anterior forma parte de ese período, y sin duda pertenece al día de la Resurrección como está claramente establecido con respecto a la fiesta de Pascua. Porque además del peso de la costumbre que sabemos descansa sobre la enseñanza de los Apóstoles, las Sagradas Escrituras también lo dejan claro, pues cuando los Apóstoles enviaron a Pablo y Bernabé por mandato del Espíritu Santo para predicar el Evangelio a los pueblos, les impusieron las manos en ayuno y oración, para que sepamos con qué devoción tanto el que da como el que recibe deben estar en guardia para que un sacramento tan bendito no parezca ser realizado descuidadamente. Y, por tanto, seguirás piadosa y loablemente los precedentes apostólicos si tú también mantienes esta forma de ordenar sacerdotes en todas las iglesias que el Señor te ha llamado a presidir: a saber, que los que van a ser consagrados nunca deben recibir la bendición excepto en el día de la Resurrección del Señor, que comúnmente se considera que comienza en la tarde del sábado, y que ha sido santificado con tanta frecuencia en las misteriosas dispensaciones de Dios que todas las instituciones más notables del Señor se cumplieron en ese gran día. En él tuvo su comienzo el mundo. En él, por la Resurrección de Cristo, la muerte recibió su destrucción, y la vida su comienzo. En él los apóstoles toman de las manos del Señor la trompeta del Evangelio que ha de ser predicado a todas las gentes, y reciben el sacramento de la regeneración que han de llevar a todo el mundo. En él, como da testimonio el bendito Juan Evangelista cuando todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar, y cuando, estando las puertas cerradas, el Señor entró entre ellos, sopló sobre los mismos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo: a quienes les hayáis perdonado los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los hayáis retenido, les serán retenidos. En él, finalmente, vino el Espíritu Santo que había sido prometido a los Apóstoles por el Señor: y así sabemos que fue sugerido y transmitido por una especie de regla celestial, que en ese día debemos celebrar los misterios de la bendición del sacerdocio a los que fueron conferidos todos estos generosos dones.
Los eruditos litúrgicos de los siglos XIX y XX, como el siervo de Dios dom Próspero Guéranger6 y el beato Ildefonso Schuster7, arzobispo de Milán, al reconstruir las Liturgias de Ordenaciones del Sábado de Témporas, afirmaron que esas Misas comenzaban el sábado por la noche, y las ordenaciones ocurrían el domingo mismo, cerca del amanecer. A conclusiones similares se llegaron respecto de la Vigilia Pascual8. Sin embargo, investigadores más contemporáneos, como Gregory DiPippo (ver, por ejemplo, aquí y aquí) han argumentado que esta reconstrucción es equivocada y que estas ceremonias, incluso comenzando el sábado por la noche, habrían concluido mucho antes de la medianoche. Esta posición, expresada por DiPippo, coincide más estrechamente con la explicación dada por el papa san León. De hecho, en su Carta, el Papa tuvo que explicar que las ordenaciones se pueden realizar el mismo domingo, siempre que no se haya roto el ayuno del sábado. Si las ordenaciones hubiesen ocurrido regularmente el mismo domingo, tal explicación sería superflua. El malentendido de los eruditos litúrgicos del pasado, sin duda contribuyó a las nuevas rúbricas promulgadas bajo el venerable Pío XII de que todo debía hacerse en Sábado Santo de modo que la Misa de la Vigilia Pascual comenzase alrededor de la medianoche.
Dicho todo esto, ¿qué quiso decir Santo Tomás cuando señaló que las Misas de los Sábados de Témporas y de la Vigilia Pascual, podían aplazarse desde Nona? Simplemente quiso decir que la Liturgia podía comenzar más cerca de la puesta del sol del sábado para que las ordenaciones se confirieran alrededor o después del atardecer, porque, como escribía san León, “el día de la Resurrección del Señor… comúnmente se considera que comienza en la tarde del sábado”. Esta afirmación no debería ser inesperada ya que la tradición cristiana es que las fiestas, particularmente los domingos, comiencen la noche anterior. En su comentario al Evangelio de San Juan, Santo Tomás, expresando esta tradición, escribió:
Para aclarar esto, debe notarse que las fiestas de los judíos comenzaban en la tarde del día anterior (Lev. XXIII, 5). La razón de esto fue que contaban sus días según la luna, que aparece por primera vez en la tarde; entonces, contaban sus días de una puesta de sol a la siguiente. Así, para ellos, la Pascua comenzaba en la tarde del día anterior y terminaba en la tarde del día de la Pascua. Celebramos las fiestas de la misma manera…
Cap. 13, lect. 1, n. 1730
Muchos de los que rezan el Oficio Divino están acostumbrados a las fiestas normales que comienzan con el oficio nocturno de Maitines y concluyen, en la tarde del día de la fiesta, con Vísperas y Completas. Sin embargo, las fiestas de mayor rango comienzan la noche anterior, con los oficios de Vísperas y Completas. Así, las fiestas mayores tienen primeras y segundas Vísperas, mientras que las de menor rango sólo tienen un único oficio de Vísperas, que correspondería a las segundas Vísperas antes mencionadas. Pero, antes de las reformas de mediados del siglo XX, la situación se invirtió. Todas las fiestas tendrían primeras Vísperas, mientras que sólo las fiestas mayores tendrían segundas Vísperas. De esta manera, las fiestas cristianas comenzarían la noche anterior, siguiendo la antigua tradición expresada por san León Magno y santo Tomás.
Esta práctica también puede explicar por qué, en las Vigilias tradicionales de Pascua y Pentecostés, el color cambia de morado a blanco o rojo respectivamente para la Misa. El morado expresa que estos sábados eran días de ayuno9, pero una vez que el sol se ha puesto, el color cambia para señalar que, si bien las Misas siguen siendo las de las Vigilias, no las de las Fiestas mismas, sí participan del carácter festivo de las Fiestas que se aproximan. Propiamente hablando, el comienzo de estas Fiestas son sus Primeras Vísperas, que, en el caso de la Pascua, se incorporaron siempre a la propia Misa de la Vigilia, al finalizar esta.
Las trazas de la tradición con respecto a los horarios de Misa perduraron incluso hasta el siglo XX. En Misales anteriores a 1962, se encuentran las siguientes rúbricas:
1. Las Misas privadas pueden decirse a cualquier hora desde la madrugada hasta el mediodía, habiéndose rezando al menos Maitines y Laudes. [Esto está en consonancia con lo que dijo santo Tomás acerca de que las Misas se decían “‘en las primeras horas del día’, por motivos de necesidad”.]
2. Las Misas Conventuales y Solemnes, sin embargo, deben decirse según el siguiente orden. En las fiestas Dobles y Semidobles, los domingos, y los días de infraoctavas, después de rezada en coro la hora Tercia. En las fiestas Simples, y en las ferias [días sin fiesta] durante el año, después de [rezar en coro] la hora Sexta. En Adviento, Cuaresma y en las Témporas (incluso dentro de la Octava de Pentecostés), y en las Vigilias de ayuno, aunque los días sean solemnes, la Misa debe cantarse después de [rezar en coro] la hora de Nona.
Missale Romanum [1920], Rubricæ generales Missalis, XV — De Hora celebrandi Missam
Aquí se conservan los tiempos y distinciones señalados por santo Tomás y Durando. Las Misas conventuales y solemnes en los días festivos (fiestas de clase Doble y Semidoble) se decían a media mañana, y los días no festivos, sin ayuno (fiestas de clase Simple y ferias), la Misa se decía alrededor del mediodía. En los días de ayuno (Adviento, Cuaresma, Témporas y algunas Vigilias), la Misa se decía a media tarde.
Cabe señalar que en las rúbricas anteriores, “Vigilia” significa un día de preparación próxima inmediatamente anterior a una fiesta y la Misa de Vigilia es la Misa propia de este día preparatorio. Esto debe distinguirse de una Misa celebrada en la tarde anterior a un día de fiesta que es litúrgicamente la Misa de la fiesta. Propiamente hablando, tal Misa es una Misa anticipada, no una Misa de Vigilia. Un ejemplo de una Misa de Vigilia propiamente dicho, es la Misa del 24 de diciembre, en el que se celebra la Vigilia de la Natividad de Nuestro Señor.
Además de la información provista en las rúbricas citadas anteriormente, las instrucciones propias dadas para el Miércoles de Ceniza, la Vigilia Pascual10, y la Vigilia de Pentecostés en Misales anteriores a 1962 contienen la rúbrica de que las ceremonias deben comenzar después de que se haya rezado el oficio de Nona, indicando que se celebran en días penitenciales. Para la fiesta de la Anunciación, que generalmente cae durante la Cuaresma, se dan instrucciones de que la Misa comience después de que se haya rezado el oficio de Tercia, ya que es un día festivo.
Para ser exhaustivos, vale la pena señalar que hay dos Misas que no siguen el patrón Tercia-Sexta-Nona, a saber, la primera y la segunda Misa de Navidad. La primera, la Misa de Gallo –que no es la Misa de la Vigilia de la Natividad, que se dice después de Nona el 24 de diciembre, o después de Tercia si cae en domingo– se dice después de Maitines, alrededor de la medianoche, porque Cristo “nació literalmente durante la noche, como una señal de que Él vino a las tinieblas de nuestra enfermedad; por eso también en la Misa del Gallo decimos el Evangelio de la natividad de Cristo según la carne” (S.T. III, q. 83, a. 2, ad. 2). La segunda, la Misa de la Aurora, se dice después de Laudes y Prima (la primera hora), porque hay un “nacimiento espiritual, por el cual Cristo nace ‘como el lucero de la mañana en nuestros corazones’ (2 Pedro I, 19), y por eso se canta esta Misa al amanecer” (ibid.). Es la tercera, la Misa del Día de la Navidad, que se celebra después de Tercia, la Misa propia de esta Fiesta11.
Además de todo esto, santo Tomás y Durando señalan que durante la Cuaresma hay “días dobles”, cuando se dicen dos Misas. En los Misales anteriores a 1962, después de la entrada del 4 de febrero en el Propio de los Santos, se da una extensa rúbrica sobre cómo proceder durante la Cuaresma. Una parte de esta rúbrica se traduciría así:
Sin embargo, donde existe la obligación coral [como en los monasterios], la Misa de la Fiesta [de rango Doble o Semidoble] se reza extra Chorum, sin conmemoración de la feria de Cuaresma, después de que se haya rezado la hora Tercia; la Misa conventual de la feria se dice in Choro, sin conmemoración de la Fiesta, después de haber rezado la hora Nona… Pero si la fiesta es Doble de Primera o Segunda Clase, la Misa conventual de la misma se dice in Choro, y se reza extra Chorum la Misa de la Feria. Quedan prohibidas, sin embargo, las Misas privadas de la Misa de Feria.
Aquí vemos que la práctica descrita por santo Tomás y Durando todavía se mantenía donde había obligación coral, como en los monasterios. Cuando cae una fiesta durante la Cuaresma, se dicen dos Misas: la Misa de la fiesta por la mañana y la Misa de la feria de Cuaresma por la tarde.
Entonces, querido lector, la próxima vez que te encuentres en Misa, trata de identificar qué tipo de día es en el calendario litúrgico: un día de fiesta, un día sin fiesta y sin ayuno o un día de ayuno o penitencial, y únase usted mismo a la parte de la Pasión de Nuestro Señor asociada con la hora en que se habría dicho esta Misa. Y así, estarás uniéndote en espíritu a aquellos cristianos romanos de antaño y a aquellos religiosos que, aún hoy, siguen observando la práctica de celebrar la Misa después de Tercia, Sexta o Nona según el caso. Y la próxima vez que alguien pregunte “¿A qué hora es la Misa?”, asegúrese de compartirle este artículo.
William Rock, FSSP fue ordenado sacerdote en otoño de 2019 y actualmente está asignado a la parroquia Regina Caeli en Houston, Texas. Agradecimiento especial al P. James Smith, FSSP, por su apoyo y aliento.
1. En ciertos días del Año Litúrgico, el Papa celebraría la Misa primaria por la ciudad de Roma en una de las varias iglesias de la urbe. La iglesia donde esto se llevaba a cabo se llamaba Estación. [regresar]
2. El Oficio Divino es una colección de salmos, himnos y oraciones que se asignan para cada día, y que luego se dividen en diferentes “horas” que históricamente se corresponden con diferentes momentos del día. [regresar]
3. Durand, Guillaume. Rationale IV – De la Misa y de cada acto relativo a ella. Aquí Durandus parece estar haciendo una distinción entre días con arrodillamiento penitencial y días sin él, una distinción que todavía se mantiene hoy. En los días de ayuno o durante las Misas de carácter más luctuoso, los asistentes a Misa se arrodillan para la(s) Colecta(s) (oración de apertura), desde el Sanctus hasta la Comunión, estando de pie durante el Agnus Dei y la Pax, y para la(s) poscomunión(es) (oración de clausura) (“con genuflexión”). En el Oficio Divino, los asistentes también se arrodillarían para la(s) oración(es) de clausura. En el resto de los días, los asistentes a Misa solo se arrodillaban para la Consagración y la Comunión por reverencia («sin genuflexión»). Como el arrodillamiento penitencial nunca ocurriría los domingos, sino solo el arrodillamiento reverencial, todavía se observa el vigésimo canon de Nicea I. [regresar]
4. Schuster, Ildefonso. El Sacramentario, vol. II (Partes 3 y 4). Para más información sobre la ruptura histórica del ayuno cuaresmal cotidiano, consulte el artículo de Gregory DiPippo aquí. Al leer su artículo, tenga en cuenta que, según el Beato Schuster, “las Vísperas no formaron parte del cursus romano hasta el siglo VII” (vol. II, p. 251). Siendo este el caso, antes de que se introdujeran las Vísperas, el ayuno cuaresmal diario se habría roto inmediatamente después de la Misa. [regresar]
5. Además de los Sábados de Témporas y el Sábado Santo, el Pontificale Romanum [ediciones de 1752 y 1961-1962] también indica el sábado anterior al Domingo de Pasión como día de Ordenaciones. La rúbrica dice: “Tempora ordinationum sunt: sabbata in omnibus Quatuor Temporibus, sabbatum ante dominicam de Passione et Sabbatum sanctum”. [regresar]
6. Guéranger, Prosper. El Año Litúrgico, 5 (Cuaresma). [regresar]
7. Schuster, Ildefonso. El Sacramentario, vol. IV (Partes 7 y 8). [regresar]
8. Véase, por ejemplo, Schuster, vol II. [regresar]
9. En el Código de Derecho Canónico de 1917, la Vigilia de Pentecostés figuraba como un día de ayuno y abstinencia (Canon 1252, 2). [regresar]
10. Además, otra entrada en el Decreto indica que la Misa del Sábado Santo debe comenzar alrededor del comienzo de la noche: “In ieiuniis etiam quatuor temporum horas circa uespertinas, in sabbato uero sancto circa noctis inicium missarum solempnia sunt celebranda”. [regresar]
11. Que la Misa del Día de Navidad es históricamente la Misa propia de la Natividad del Señor también se puede deducir de la evaluación de las Estaciones de cada Misa. La Estación para la Misa de Gallo es Santa María en el Pesebre, que es una capilla de la basílica de Santa María la Mayor. Según el Beato Schuster “si hemos de juzgar el número de fieles por el tamaño del lugar en el que se celebró la estación, debemos concluir que la pequeña cripta ad præsepe [en la cuna] acomodaría a muy pocas personas”. Como tal, esta capilla no podía albergar la gran concurrencia de romanos que se esperaba que asistieran en un día de tanta importancia. La segunda Misa, la Misa de la Aurora, se celebra en la iglesia de Santa Anastasia. Originalmente, según el Beato Schuster, no se trataba de una Misa de Navidad sino de la Santa misma, ya que este día era el aniversario de su martirio. Solo más tarde la Misa se convirtió en una de Navidad, conmemorando a la mártir, como todavía se observa hoy. Es sólo la tercera Misa, entonces, celebrada en San Pedro en el Vaticano, que verdaderamente puede considerarse la histórica Misa solemne de la Navidad. [regresar]